UNA BENDICIÓN Y UN ADIÓS.
No es sólo por la pobreza, que también. No es sólo por la violencia, aunque pesa mucho. Ni es sólo la constante confrontación política. Probablemente es por cada uno de esos factores, y muchos otros, más la suma total, más lo imprevisible del día a día y sus trampas, más los apagones, más la falta de agua, más trabajar y trabajar para al final sólo poder pagarte el transporte para ir a trabajar nuevamente.
Por qué se van nuestros jóvenes de Venezuela?. Yo no lo sé, pero a través de los ojos de Jonathan y Daliana y de sus familiares y amigos intentamos comprender la frustración que invade a quienes trabajan honestamente y luego de prepararse, estudiar y esforzarse por una mejor perspectiva de vida se ven estancados y atrapados por un círculo vicioso caníbal que te deja agotado e impotente.
Y contra una adversidad se lidia, contra dos se lucha y se guerrea, pero cuando la batalla es constante y la recompensa es sólo sobrevivir mientras ves alejarse tu juventud, tus oportunidades, y hasta tus amigos y familiares pues ya el escape empieza a sonar como buena opción, y así, como cientos de miles, se lanzan a la odisea, cargados de muchas esperanzas y sueños, y a cuestas el desarraigo y el dolor que llenan a las familias mientras las casas se vacían. Sueños, ganas, conocimientos y, en muchos casos, un complejo problema psicológico y social que además tendrá que enfrentar la estigmatización, la exclusión y la avaricia de quienes se aprovechan de los más vulnerables.
Y ahí estamos hoy, intentando comprender nuestro lugar dentro de este proceso tan difícil como antiguo, pues las migraciones son azarosas y forzadas y voltean la vida haciendo que el que ayer te dio casa mañana puede que esté tocando a tu puerta buscando un techo, porque la calamidad, sobre todo la creada por la mano del hombre, puede caer sobre cualquier techo en cualquier momento.